Un recuento de mis pasajes favoritos de este libro
Primera parte: La levedad y el peso
Sintió en su boca el suave olor
de la fiebre y lo aspiró como si quisiera llenarse de las intimidades de su
cuerpo. (15)
¿No se trataba más bien de la
histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de
su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo?
(15)
Aquello no estaba muy lejos de la
verdad, pero la causa principal era peor y no se atrevía a contársela: en el
mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de
quedarse solo; despertarse solo en medio de la noche junto a una persona extraña le desagradaba;
levantarse por la mañana junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas
de nadie oyendo cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la
intimidad del desayuno para dos no le atraía. (22)
El amor no se manifiesta en el
deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una
cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien
(este deseo se produce en relación con una única mujer) (23)
Pero como la compasión se había
convertido en el sino (o la maldición) de Tomás, le pareció que había sido él
mismo quien había estado arrodillado ante el cajón abierto del escritorio, sin
poder separar los ojos de las frases que había escrito Sabina. Comprendía a
Teresa y no sólo era incapaz de quedarse con ella, sino que la quería aún más, (30)
Sólo que precisamente porque él
llevaba consigo su modo de vida a todas partes, como parte de su cuerpo, Teresa
seguía teniendo los mismos sueños. (37)
El amor que había entre él y
Teresa era bello, pero también fatigoso: tenía que estar permanentemente
ocultando algo, disfrazándolo, fingiendo, arreglándolo, manteniéndola contenta,
consolándola, demostrando ininterrumpidamente su amor, siendo acusado por sus
celos, por su sufrimiento, por sus sueños, sintiéndose culpable, justificándose
y disculpándose. Aquel esfuerzo había desaparecido ahora y permanecía la
belleza. (39)
Se la imaginaba abriendo la
cerradura de la casa de Praga y sentía en su propio corazón la orfandad de la
soledad que la envolvía al abrir la puerta. (40)
Sólo aquello que es necesario,
tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale, (42)
Todos consideramos impensable que
el amor de nuestra vida pueda ser débil, sin peso; creemos que nuestro amor es
algo que tenía que ser; que sin él nuestra vida no sería nuestra vida. Nos
parece que el propio huraño Beethoven, con su terrible melena, toca para
nuestro gran amor “es muss sein!” (44)
Segunda parte: El alma y el cuerpo
Pero aquel que no piensa en el
cuerpo se convierte más fácilmente en su víctima. (47)
La cara no es más que una especie
de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del
cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento. (48)
Le brindaban la posibilidad de
una huida imaginaria de una vida que no la satisfacía, pero también tenían
importancia para ella en tanto que objetos: le gustaba pasear por la calle
llevándolos bajo el brazo. Tenían para ella el mismo significado que un bastón
elegante para un dandi del siglo pasado. La diferenciaban de los demás. (55)
Solo la casualidad puede aparecer
ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo
que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. (56)
No es la necesidad, sino la
casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las
casualidades deben volar hacia él desde el primero momento, como lo pájaros
hacia los hombros de san Francisco de Asís. (57)
Nuestra vida cotidiana es
bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de
personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. (59)
Sin saberlo, el hombre compone su
vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda
desesperación. (60)
Ella había venido a buscarlo para
huir del mundo de la madre, donde todos los cuerpos eran iguales. Había venido
a buscarlo para que su cuerpo se volviese único e irremplazable. Y ahora él
volvía a dibujar el signo de la igualdad entre ella y las otras: a todas las
besa igual, las acaricia igual, no hace ninguna, ninguna, ninguna diferencia
entre el cuerpo de Teresa y otros cuerpos. (66)
Hizo una pausa y luego añadió:
“Delante había una mentira comprensible y detrás una verdad incomprensible”
(71)
La cámara le servía a Teresa
simultáneamente como ojo mecánico con el cual observaba a la amante de Tomás y
como velo con el cual se cubría la cara ante ella. (73)
El que está en el extranjero vive
en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que
la otorga su propio país, donde tiene a su familia, sus compañeros, sus amigos
y puede hacerse entender fácilmente en el idioma que habla desde la infancia.
En Praga sólo dependía de Tomás con el corazón. Aquí depende por completo. (83)
Pero es precisamente el débil que
tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para
ser capaz de hacerle daño al débil. (83)
Él le preguntó:
-
¿Estaba todo en orden?
-
Si- contestó
-
¿Has pasado por la revista?
-
Llamé por teléfono
-
¿Y?
-
Nada. Estaba esperando.
-
¿Qué?
-
No le respondió. No podía decirle que le
esperaba a él. (85)
Tercera parte: Palabras incomprendidas
Claro que habría preferido dormir
solo, pero la cama compartida seguía siendo el símbolo del matrimonio y los
símbolos, como sabemos, son intocables. (92)
Pero, ¿Qué es la traición?
Traición significa abandonar las propias filas. Traición significa abandonar
las propias filas e ir hacia lo desconocido. Sabina no conoce nada más bello
que ir hacia lo desconocido. (100)
Para él la música es una
liberación: lo libera de la soledad del encierro, del polvo de las bibliotecas,
abre en su cuerpo una puerta por la que su alma entra al mundo para hermanarse.
(101)
Los extremos son las fronteras
tras la cual termina la vida, y la pasión por el extremismo en el arte y en la
política es una velada ansia de muerte. (103)
Pero esa oscuridad no significa
para ella el infinito, sino simplemente la disconformidad con lo que se ve, la
negación de lo visto, el rechazo de ver. (103)
No era consciente de que
precisamente lo que considera irreal (el trabajo en la soledad del gabinete y
de las bibliotecas) es su vida real, mientras que las manifestaciones que
representaban para él la realidad no son más que teatro, danza, fiesta, dicho
de otro modo: sueño. (108)
La cultura sucumbe bajo el
volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por
ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente
más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades. (112)
Pero a Sabina no le gustaba aquel
drama. Las palabras cárcel, persecución, libros prohibidos, ocupación, tanques,
son para ella palabras feas, carentes del menor perfume romántico. La única
palabra que suena en su interior dulcemente, como un recuerdo nostálgico de su
patria, es la palara cementerio. (112)
La misa era bella porque se le
había aparecido, repentina y secretamente, como un mundo traicionado. (120)
-
¿Y por qué no utilizas nunca tu fuerza contra
mí?
-
Porque amar significa renunciar a la fuerza-
dijo Franz con suavidad
Sabina se dio cuenta de dos
cosas: en primer lugar, de que esa frase era hermosa y cierta. En segundo
lugar, de que, al pronunciarla, Franz quedaba descalificado para su vida
erótica. (121)
Para Sabina, vivir en la verdad,
no mentir a uno mismo, ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de
que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación,
nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo
que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la
mentira. Sabina desprecia la literatura en la que los autores delatan todas sus
intimidades y la de sus amigos. La persona que pierde su intimidad, lo pierde
todo, piensa Sabina. Y la persona que se priva de ella voluntariamente, es un
monstruo. (122)
El amor cuando se hace público,
aumenta de peso, se convierte en una carga, Sabina ya se encorvaba por
anticipado al imaginarse ese peso. (125)
Que es inteligente, que comprende
sus cuadros, que es guapo, que es bueno, pero cuánto más lo sabía, más ganas
tenía de violar aquella inteligencia, aquella bondad, de violar aquella fuerza
impotente. (126)
Cierra los ojos tal como los
cerraba encima del cuerpo de Sabina en quince hoteles europeos y uno
norteamericano. (137)
Cuarta parte: El alma y el cuerpo
Sólo las preguntas más ingenuas
son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta
que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro
modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan
las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la
existencia del hombre. (149)
¿Cuál es su arma? Únicamente su
fidelidad. Se la ofreció desde el comienzo, desde el primer día, como si
supiera que no tenía otra cosa que darle. El amor que hay entre ellos es de una
arquitectura extrañamente asimétrica: descansa sobre la seguridad absoluta de
su fidelidad como un palacio mastodóntico sobre una sola columna. (170)
Es necesario que lo subraye una
vez más: lo que deseaba no era el sexo de un extraño. Quería ver su pubis en
compañía de un miembro extraño. No deseaba el cuerpo de un amante. Deseaba su
propio cuerpo, repentinamente descubierto, el más próximo y el más extraño y el
más excitante. (171)
La gente, en su mayoría, huye de
sus penas hacia el futuro. Se imaginan, en el correr del tiempo, una línea más
allá de la cual sus penas actuales dejarás de existir. Pero Teresa no ve ante
sí raya como ésas. Lo único que puede consolarla es mirar hacia atrás. (175)
Y así, de pronto, un balneario
checo se convirtió en una especie de pequeña Rusia imaginaria y Teresa se
encontró con que el pasado que había venido a buscar le había sido confiscado.
Ya no les apetecía pasar la noche allí. (176)
Pero la frágil construcción de su
amor se derrumbaría por completo. Porque esa construcción tiene por única
columna su fidelidad y los amores son como los imperios: cuando desaparece la
idea sobre la que han sido construido, perecen ellos también. (179-180)
Quinta parte: La levedad y el peso
Y llegó a la conclusión de que la
cuestión fundamental no es: ¿sabían o no sabían?, sino ¿es inocente el hombre
cuando no sabe?, ¿un idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa por ser
idiota? (186)
¿Quiere decir eso que en su vida
no hubo ningún “es muss sein!”, que no hubo nada realmente ineluctable? Creo
que sí lo hubo. No fue el amor, fue la profesión. A la medicina no lo condujo
ni la casualidad ni el cálculo racional sino un profundo anhelo interior. (204)
En el idioma de Kant, hasta el
“buenos días”, con la entonación precisa,, puede adquirir el aspecto de una
tesis metafísica. (206)
Claro que aquél era un “es muss
sein!” externo, planteado por las convenciones sociales, mientras que el “es
muss sein!” de su amor por la medicina era interno. Peor aún. Los imperativos
internos son aún más fuertes y exigen por eso una rebelión mayor. (207)
¿No es el acto amoroso la eterna
repetición de lo mismo? (210)
Además, la persecución de lo inimaginable
no termina con el descubrimiento de la desnudez, sino que continúa más allá:
¿cómo se comportará cuando la desnude?, ¿qué dirá cuando le haga el amor?, ¿en
qué tonos sonarán sus suspiros?, ¿qué muecas tendrá grabadas en la cara en el
momento del placer? (210)
Tomás está poseído por el deseo
de apoderarse de esa millonésima y cree que ese es el sentido de su obsesión
por las mujeres. No está obsesionado por las mujeres, está obsesionado por lo
que hay en cada una de ella de inimaginable, en otras palabras, está
obsesionado por esa millonésima diferencial que distingue a una mujer de las
demás mujeres. (211)
De modo que no era el deseo de
placer (el placer llegaba como un premio, por añadidura), sino el deseo de
apoderarse del mundo (de hendir con el escalpelo el cuerpo yacente del mundo)
lo que le hacía ir tras las mujeres. (212)
De pie frente a ella, cogió por
debajo de las rodillas sus piernas ligeramente abiertas y las levantó, de modo
que de pronto parecían las manos levantadas de un soldado que se rinde temeroso
ante un arma a punto de disparar. (217)
El corazón se le estrechaba de
tal modo que creyó que estaba al borde del infarto. (242)
Si la excitación es el mecanismo
mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo
que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es
nuestra libertad. El amor está al otro lado del “es muss sein!” (251)
-
Miro las estrellas- dijo
-
No mientas, no miras las estrellas. Estas
mirando hacia abajo.
-
Porque estamos en un avión. Las estrellas están
por debajo de nosotros- respondió Tomás.
-
Ah, en un avión- dijo Teresa.
Apretó aún más la
mano de Tomás y volvió a dormirse. Tomás sabía que ahora Terea estaba mirando
por la ventana redonda de un avión que vuela por encima de las estrellas. (254)
Sexta parte: La Gran Marcha
¿Él, que debía soportar el peso
del mayor drama imaginable (ser al mismo tiempo hijo de Dios y ángel réprobo),
debía ser ahora sometido a juicio, no por cuestiones elevadas (referidas a Dios
y a los ángeles), sino por asunto de mierda? ¿Está entonces el más elevado
drama tan vertiginosamente próximo al más bajo? (258)
En el momento en que se miró al
espejo y se sintió excitada por su ridiculización, se le cruzó por la cabeza la
ocurrencia de que Tomas la cogería así, con el sombrero hongo en la cabeza, y
la sentaría en la taza del váter y ella cagaría delante de él. En ese momento
empezó a palpitarle el corazón, perdió la conciencia de lo que ocurría, tumbó a
Tomás en la alfombra y poco después gritaba de placer. (261)
El momento de la defecación es
una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la
mierda es aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del váter!), o hemos
sido creados de un modo inaceptable. (264)
Cuando digo totalitario quiero
decir que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier
manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a
la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando
de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el
reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona
a su familia o el hombre que prefiero a los hombres y no a las mujeres y pone
así en peligro la consigna sagrada de “amaos
y multiplicaos” (266)
En el mundo comunista real se
puede vivir. En el mundo del ideal comunista hecho realidad, en ese mundo de
idiotas sonrientes, con los que no sería capaz de cambiar ni una palabra,
moriría de horror en una emana. (267)
Luego está la tercera categoría,
los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de
peligrosa que de la de los de la primera categoría. Alguna vez cerrarán los
ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este
grupo Teresa y Tomás. (285)
Antes de que nos olvide, seremos
convertidos en kitsch. El kitsch es una estación de aso entre el ser y el
olvido. (292)
Séptima parte: La sonrisa de
Karenin
La luna colgando de un cielo aún
no oscurecido le arecía como una lámpara que han olvidado apagar y que ha
estado encendida todo el día en la habitación de los muertos. (295)
No hay seguridad alguna de que
Dios haya confiado efectivamente al hombre del dominio de otros seres. Más bien
parece que el hombre inventó a Dios para convertir e agrado el dominio sobre la
vaca y el caballo, que había usurpado. (300)
Nunca seremos capaces de
establecer con seguridad en qué medida nuestra relaciones con los demás son
producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad
o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas
existente entre ellos y nosotros. (304)
Es posible que no seamos capaces
de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro
nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo
su mera presencia. (312)
El tiempo humano no da vueltas en
redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el
hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir. (313)
Kundera, Milan (2008) La insoportable levedad del ser. Barcelona: Tusquets Editores.