Al tocar otoño mi puerta
El ímpetu de tu piel ceniza,
Se mueve en desliz por pasajes del alma
Infunda el sonido del silencio baldío
E intenta tapar agujeros de otoño.
Y caen las hojas en marcha maestra,
Gimiendo vivir en ríos de ahogo;
Las coges, revives, dándole forma
Jugando ser Dios en corrientes nihilistas
Las aguas turbias abren su paso,
Arrastran intactos recuerdos de hiel,
Las nubes, los polvos – y quien sabe- mi fe,
Deleites exquisitos en tu agrio sabor
Colmenas densas a su paso se tornan,
Barrotes de cera sin llamas ardientes,
Tan solo residuos de corteza infame
Que gota a gota caen,
En semblantes carentes de brillo
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