jueves, 11 de octubre de 2012

Bon apettit

Dos días y ninguna palabra
¿Cuando volverá la infancia gatuna?
Es como si el alma te amarrara la boca
Como si hablar hundiera un poco más el clavo que llevamos en la espalda
El clavo, que, a veces rosa, a veces crochet.
Reposa en la amargura de tus dientes amarillos
Y retuerce los sueños ya jorobados por el tiempo.

Ya no tengamos vergüenza.
Ni dolor, ni aspirina,
Dejemos los zapatos en la puerta de la casa,
Mirémonos a los ojos, de frente y de salida.
Y es que tu cabeza gacha es un garfio que despedaza el silencio
El motivo, la charla.
Tu cabeza un jardín de melancolía
Y mi saliva un elixir frío que raspa la piel
Y así seguimos, desafiando el tiempo
Mientras la noche nuevamente nos cae encima
Con sus pinceles improvisados,
En esa sala vacía que tantas veces nos vio llorar.

Tengo miedo.
De ser sólo una ajena fragancia a la hora de la cena.
Un mordisco de pan tieso sobre el mantel
He visto al niño de la esquina llorar migajas de papel,
Deambular entre fotos familiares,
Y diluirse en las lenguas serpentiarias,
Que se alzan azarosas en los recuerdos del pasado
Y lamen las heridas de la despedida


No quiero eso.
Te has perdido en mis ojos vacíos
En las hendiduras de mis labios violentados por la palabra
De este miembro muerto que cuelga sobre el rostro
Y se rompe en las caderas de tus amonestaciones.
Pequeño, microscópico, objetivos y oculares
El cuerpo yace retorcido,
Cae sobre el suelo.
Y el frío me abraza como a un niño desnudo.
Como a un hijo que nunca sació el hambre de sentir.

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