domingo, 19 de octubre de 2014

Billitiris


A veces me sorprenden los nombres de los playlist de Spotify. El que escogí el día de hoy se llama Ejercicio Electo Hipster y lejos de motivarme a hacer deporte (Que por cierto es muy difícil) me da ganas de salir a la calle, caminar movimiento la cabeza de arriba abajo y pedirme un trago en un bar cercano. Si eso puede llamarse un deporte hipster y si incluye a Pollos Pier en una par de la oración, entonces creo que merezco una medalla olímpica. Para hacerlo más interesante puedo escaparme en una de esas bicicletas vintage PUCP con canastitas, poner parlantes y pedalear al ritmo de Crystal Castles y Bombay Bycicle Club mientras como un kebab. El único problema es que la PUCP está lejos, acabo de llegar a mi casa después de un día sin dinero, tarjeta de débito y lleves. Con esto vuelvo a reafimar mi necesidad por una billetera y también mi necedad por no querer comprar ninguna hasta encontrar la que realmente me gusta (Osea, la que perdí). Agradezco al señor que entendió mi cara de desesperación y me prestó un sol para llegar a clases, a la amiga que me invitó comida y a PapáCarlos por venir a mi auxilio luego de cuatro horas de llamado desesperado.

Esto de no tener billetera empieza a incomodarme. Es cierto que me gusta llevar cosas en los bolsillos, a veces innecesarios, para aferrarme a la rutina y creer ilusamente que al menos por 24 horas más tengo un norte. Sin embargo, tener los bolsillos llenos de moneditas, pasajes de combis asesinas, billetes o cuadrados plastificados con múltiples funciones según la necesidad del día me contamina y me convierte en una alcancía que nunca llegó a ahorrar. En la noches, cuando llego a mi cuarto y mi cama se resiente conmigo por no dormir en ella, me quito los pantalones y un concierto de sonidos acompaña al acto. Una moneda que se esconde en la zapatilla que ya no hace deporte, en el papel de alguna lectura que aún debo archivar, en el mismo jean que llevo y que mañana despertará conmigo. Y así, cada mañana empieza la tarea de recolectar las moneditas con mis manos soñolientas, separar la ropa de la cama y embarcarme a una nueva aventura en la oscuridad de mis bolsillos.