viernes, 29 de junio de 2012

Palabra sueltas


Yo te he visto con estos ojos cansados en tantas camas vacías, en tantos aires oxidados que emergen del pasado. 

Yo te visto, y no te conozco, pero solo quiero quedarme con tu risa... con tu lengua, con ese diente amarillo que brilla bajo el sol, con un pedacito de ti en el bolsillo derecho. Que raras son las cosas, los signos que recorren el mundo, el sonido del zapato mojado que pisa la lluvia, las luces de la calles viscosas que emergen   ante mí. Extraño es que tú hayas aparecido, precisamente en este instante en el que necesitaba algo... alguien en que creer. Tristes, rotos, mis pasos me llevan al borde la de la vereda, al confín de los dedos que buscan subir por tu piel y te tocan, te desmenuzan, te destruyen para luego hacerte míos. Raras son también las palabras que no pueden salir de la boca en este silencio que gime por mi garganta mientras me consume la furia de no tenerte, de no tenerme, de ser un punto en las hojas manchadas por tu aliento. Y es que todo se consume en esta vorágine perpetua a la que llamamos vida (O muerte, o principio), el brazo rasgado que cuelga sobre la piel. Te apoyas en mi hombro y tiemblo despacio, y mientras tiritamos en este frío blanco y raudo... siento que te veo por vez primera. 


domingo, 24 de junio de 2012

Took the meat out of my mouth

Soy consciente de que debería estar estudiando para mis hermosos finales pero una fuerza extraña me trae aquí, ata mis manos a teclas difusas. Sé que más tarde no será lo mismo aunque la confusión se seguirá propagando por cada rincón de mi estúpida mente. 

Hoy no me toca hablar de teorías genéticas de despertadores ni menos de reencarnaciones en resaltadores que gimen al borde mi cama (Si buscan eso pueden cerrar los ojos o bajar al pequeño amigo de la mano derecha) Hoy no me toca hablar de tantos otros objetos inanimados que merodean en mis sueños y que tanto me fascinan y enredan. Hoy quiero hablar de mí. 

Todos mis amigos, supuestos familiares o cualquier otro espécimen humano sin nada más que hacer un domingo por la tarde y que viene a parar en estas líneas ciertamente inútiles, debe saber o deberá (en todo caso) que tengo tendencias adictivas. No por nada el cigarro, los fulls jeje, la carne y sobre todo el vino han sido mis mejores amigos desde entonces. Quizás es la ansiedad, quizás es la necesidad de llenar de alguna manera mi alma o de retenerla (No todos podemos abrir los ojos) o como bien dicen los que más me conocen, mi estúpida necesidad de complicarme y justificar mis impulsos. 

Es ciertamente impresionante como en tan pocos meses la vida puede dar un giro abismal y llevarte por senderos mejores (O quien sabe peores en el fondo) He renunciado a tantas cosas que antes me amarraban, a tantas bocanadas de humo que cual aire alimentaban mi sed. Llevo cuatro meses sin casi fumar y yo y mis bolsillos (Y todos los amigos a los cuales alguna vez les robé un pucho) nos sentimos realmente contentos de haber dejado esos veintecuerpocilindricos diarios. Admito que al principio sentía que me faltaba el aire, que extrañaba esas tardes afectivas en el gran parque en las que 10, 20 o 30 puchos pasaban desapercibidos. Admito también, que extraño esa sensación de ansiedad subiéndome de pies a cabeza, corriendo de un lado a otro en búsqueda de un puto encendedor o dejando de comer. Pero debo reconocer, al fin y al cabo, que me siento mejor. Muchísimo mejor. O al menos eso quiero creer, así que intentaré que no sean cuatro sino cinco o seis o quien sabe muchos más. 

La única parte mala de todo ello es que mi olfato super desarrollado ya no puede reconocer ese aliento biscoso a kilómetros de distancia y ha perdido la relación de marcas infinitas, tamaños varios que acompañan a esa dulce melodía nicotomana. (Nada de éticas aquí, por cierto)

Pero eso no es lo más importante, hoy en mi plato aconteció algo sumamente extraño.


No pude comer carne de res
(Intenten hacer ese silencio  o exclamación tan divertida de las películas baratas) 


No me pregunten por qué, porque mis hábitos canibales y yo misma no lo entienden y aunque suene ridículo,  me cago de miedo. Es cierto que he mejorado e un montón (Las ensaladas de 5.50 de la cafetería de letras y yo hemos desarrollado un vínculo amoroso) Caminar, correr, saltar, reservar mis chocolates favoritos para después y luego para después y después para nunca, ha sido un sacrificio que tuve que aceptar. Pero cierta parte de mi se rehúsa a aceptarlo.


No me arrepiento, las punzadas infernales se han desvanecido y ahora puedo pararme sin ningún problema. Los días se han encargado de re configurar mi pasión indómita, más de lo que alguna vez pensé. Verde por todos lados y árboles que yacen aplastados debajo del tenedor. Son los colores vivos y no muertos lo que recorren sutilmente mi paladar y descienden hacía abismos mejores. 


Todo se mezcla en un plato, en un segundo, en un bon apetite sin sangre.


Hoy no caímos en la orgía perpetua ni en la muerte lenta del banquete de Pessoa. Los golpes de estado mentales se han desvanecido. Cada uno ha tomado su rumbo o al menos, hasta que despierte de este sueño apacible.


Took the words (¿Or meat?) out of my mouth- Meat loaf










martes, 12 de junio de 2012

Agonía del resaltador al pie de la cama

Entonces te veo al pie de la cama, en la orilla lejana de sábanas tristes que hoy no abrazarán mi sueño ya perdido ni yo a ellas, de sábanas que tantas veces acariciaron tu pelo cobrizo engomado y rozaron tu piel con la mía, carne con carne, tinta con tinta. Ahí yaces, tendido y agonizando, a pocos metros... que digo centímetros... que digo medidas de 1.5 y miopías hereditarias que ven y no ven al mismo tiempo... que son tan solo respiros de una alma asmática en el invierno infernal de ventanas abiertas los que hoy me separan de ti. Echado... cegado por la luz mortífera de esta habitación mientras gimes gritos de dolor y cada arcada parece arrastrar un pedacito de ti. Y tú solo atinas a expulsar, una y otras vez, esos borbotones de sangre colorida (azul roja morada amarilla) que cuando niño tanto te gustaron, que tantas veces te hicieron brillar en la inmensidad de ese vacío de mentes rayadas y vidas cuadriculadas que fue tanto tuyo como mío.

Y entonces me miras asustado, con esos ojillos tiernos y tristes como quien pregunta ¿Y ahora que sigue? Tus pupilas hundidas palpitan tras tantas noches de viligia, nubes de café y polvo, noches donde soñábamos con ser dueños de la palabra. Yo solo te pido que te tranquilices, que después del dolor no sentirás nada y todo será un espejismo. Pero no puedo evitar este vértigo lento y eterno que escala mi garganta de pies a cabeza. ¡Cuantos has crecido! ¡Cuanto he crecido! Como olvidar el día en que te vi por vez primera, tú no me conocías pero me esperabas desde siempre. Estabas sentado tras una ventana empañada de murmureos y recortes de periódicos. La noche era clara como tus manos, como pocas cosas en la vida y mientras corría el frío, mi cuerpo temblaba huyendo de él cual espectro taciturno que camina bajo la taquicardia de luces fluorescentes, menuda orquesta que se alza en el firmamento. Estabas acurrucado, con la cresta colgando firme como siempre, y nos dimos la mano, el pico, la pata, la leve sensación de tu piel en la mía.

No sabes, no entiendes, no calculas en cifras decimales de tres dígitos y sombrerito períodicopuro como me duele verte ahí, así, aquí... arrastrado, partido, secándote los mocos verdes en los rayos de un sol que arde a tres metros cada vez más fuerte, calentamiento global y bloqueadores (O bien liquid papers) de segunda mano. Cierro los ojos para no verte pero aún te siento... explotas en un gemido magistral y fino, el indicio de una lágrima, el esbozo de un llanto reprimido y rompes en un balbuceo de palabras extrañas, de sílabas afónicas y oraciones roncas, de memorias perdidas en un rincón de la mesa de noche...

 Regocijo de orquídeas asesinas que caminan en la abadía
              Lengua de signos sordo-platónicos en la España medieval 
                        Supuestos de democracia y una belleza del cuerpo que dicen solo existe en la piel 
                                      Tragedias griegas en la esquina de la cama sin directv

Las palabras se mezclan en un vómito extrañado y saltan, vuelan para aterrizar de nuevo en tu boca. Tantas lenguas que han pasado por la tuya, tantos orgasmos palabraceos fundidos en tu saliva como un niño que recién aprende a nadar en el mar del saber. Tú los coges a todos y en todos has dejado la huella de tu paso apresumbrado a veces recto, a veces ondas altisonantes que marchan sobre ruedas. En todos lados, en todo momento, en cada línea que recorre mis ojos desgastados por tanto mirar, ahí te veré pequeño resaltador amarillo sin tapa. Pequeño ente animado que un día anidé entre mis dientes y consumí en la excitación de un alma desesperada....  pequeña alma mía que me conoce, que ha pasado por mis labios y pisado mis talones.

Un minuto de silencio por mi resaltador favorito, por aquel que me sacó de apuros y sonrojó a la blancura de páginas que yacían muertas.

Un minuto de silencio por ese resaltador que volvió a casa, que no se quedó varado en el camino como tantos otros que hoy viven abandonados debajo de un mueble o el pie de una acera, que durmió bajo el arruyo de una misma cama.

Un minuto de silencio por aquel resaltador que puede ser tanto tuyo como mío, que te mira sin pedir explicaciones... un consuelo, una caricia, quizás una palabra de aliento para mantener esa llama viva que hoy me tocó extinguir. 

domingo, 3 de junio de 2012

Agua hervida, corazón deshecho

Teteras revolucionarias que ebullen una a una en el fondo de la cocina.Tanto sudor que empaña la frente de quienes vivieron en el dolor y el resentimiento y ahogan a diario gritos sordos para el común de la gente, suplicios ahogados para ser, algún día, más que vapor y sombra.