miércoles, 11 de marzo de 2015

Champagnat, reza por nosotros.


No soy de compartir tanto mis opiniones por este medio, aunque probablemente gran parte de las cosas que escribo lleven consigo parte de lo que pienso. Sin embargo, en estas últimas semanas donde la indignación es más fuerte y en donde considero que no debería acortar palabras para cumplir las expectativas de la sociedad positiva (Gracias Byung-Chul Han por comerme la mente), me gustaría decir algunas cosas.

Como muchos de ustedes quizá, vengo de un colegio católico. No por decisión propia, claro está, sino porque mis padres decidieron meterme a mí y a mi hermano en colegios religiosos desde los cinco años de edad. No puedo decir que mi colegio era el más católico o estricto de todos. A mi nunca me hicieron arrodillarme en chapitas o me persiguieron las monjas para bajarme la basta (Aunque si lo hizo Miriam en la oficina de normas, luego de reclutar a todas las chicas para hablar sobre nuestros actos impúdicos) Nota mental: Hubo una época en la que mi colegio censuraba a las personas que compartían críticas sobre el colegio/profesores a través de redes sociales (Aka: Suspensión) Espero que esto no siga así y si es el caso, reafirmaré que me da pena.

Desde pequeña asumí de forma natural la idea de rezar en las mañanas, de dar las gracias a Dios antes de comer y me sentía algo culpable porque jamás tuve el hábito (Salvo algunas ocasiones) de rezar en las noches. Poco a poco, fui interiorizando algunos ritos y ya que era lo único que conocía dentro de un círculo y una familia católica, lo asumía como correcto. Me acostumbré (A veces a regañadientes) a pararme al mediodía a rezar el Angelus, a confesarme de vez en cuando, a tener horas de clases que eran usadas para misa con el padre Hector. Por mucho tiempo, consideré que era normal poner en todas las caratulas de mi cuaderno VJMJCH (Algo así como Viva Jesús, María, José y Champagnat) o emocionarme por cantar canciones religiosas. Conservo aún cuatro libros de historia de Marcelino Champagnat en mi cuarto, no me he olvidado de su historia ni de las caricaturas sobre él que aparecieron en cada una de mis agendas escolares. (Todo bien contigo, fuiste un buen hombre). Hice la primera comunión, me confirmé y fui catequista por dos años. Ah y Cipriani vino una vez a hacer la ceremonia. No contenta con eso estuve en Gama, Marcha y quizás algo más. En resumen, podría decir que tuve una infancia religiosa muy activa (Dentro de mis parámetros, claro está). 

Sin embargo, todos esos años no me sentía enteramente segura de lo que decía y en mi mente convivieron dos mundos: Uno que debía creer, cantar, confesarse, rezar porque era una norma y otro en donde sólo estaba yo, ansiosa por una libertad que nunca pude encontrar en ese Dios, segura de que mucho de lo que aprendí (Aunque inconscientemente ya lo sabía) sólo era rutinas y construcciones para mí. A decir verdad nunca me gustó bailar, me impacientaba cuando nos pedían quedarnos en silencio frente a una estatua y no estaba segura de qué hacer tras comer una hostia. 

Aunque actualmente no creo en nada y la religión católica y yo llevamos ya un tiempo distanciadas, no podría decir que me he vuelto menos tolerante. Todo lo contrario, si algo me quedó del Colegio y de las clases de Juan de Dios fueron dos cosas: La importancia de los valores que la religión católica predica como el respeto, la tolerancia o la igualdad (Digo predica, porque no siempre los cumple) y que pueden ser aplicados a muchas otras religiones y las tres violetas de Marcelino: Humildad, sencillez y modestia. Son cosas que siempre llevo presentes aunque muchas veces falle yo también. 

Lo que me sorprende es cómo a pesar de esta predica (No me meto con otras religiones que no conozco a profundidad), existe tan poca disposición a debatir abiertamente con argumentos razonables (sesgo mío) la idea de familia. No generalizo a todos los católicos o religiosos porque conozco muchos a favor del aborto y de la Unión Civil sino de sus principales voceros, como es el caso de Cipriani (Por el cuál, además, recé en muchas mañanas escolares) o de Bambarén. Es decir, si predico el amor ¿Qué me da derecho a decir qué es amor y qué es improperio? ¿No es acaso el amor algo positivo en todas sus formas? ¿Por qué una expresión de amor si puede ir al cielo y otra al infierno?. Si predico la igualdad, ¿Por qué hay hombres con más derechos que otros? ¿Por qué se condena la discriminación racial y se permite la violencia por género o por orientación sexual? y finalmente si es lo que se defiende (No generalizo, pero si lo aplico a varios casos) ¿Qué mierda hay de tolerancia detrás de todo lo que se dice? 

En Religión me enseñaron que la familia estaba conformada por un hombre y una mujer mientras que en las clases de Educación Sexual con la Miss Maripily me enseñaban que el sexo debe darse sólo para procrear, debe ser con amor e involucrar únicamente a mujer y varón. En el colegio, al menos en primaria, no se hablaba de tanta soltura sobre familias divorciadas, madres y padres solteros o peor aún homosexuales. Eran nociones de familia que no se ajustaban a la currícula pero que eran parte de la realidad cotidiana, era una idea de familia perfecta que no se aplicaba en mi casa y en donde no siempre encontré los canales para expresarme. Era un mundo en donde decir Unión Civil probablemente hubiera despertado el rechazo automático de mis profesores y diez Ave Marías (No de todos, claro está). 

Creo que el hecho de entrar a la universidad (Y seguiré defendiendo el hecho de que fue mi universidad y no la universidad en general) me permitió encontrar a personas que pensaban igual que yo y a otras que aún pensando distinto, podían defenderse con buenos argumentos. Comprendí finalmente que mis ideas sobre el aborto, la promiscuidad o el matrimonio homosexual no eran "pecadoras" (o raras) sino que podían entenderse desde las relaciones sociales, la cultura, el comportamiento humano, es decir, más allá de categorías religiosas. No puedo decir lo mismo de el resto de personas que egresan de colegios religiosos y que probablemente han pasado por las mismas dudas religiosas que yo, porque en una sociedad cerrada, elitista y prejuiciosa como la nuestra, dudo que haya tantos espacios para hablar. 

En la actualidad he aprendido a convivir en estos dos mundos: El de mi familia siempre más conservador, tradicional y católico (Sobre todos mis tíos) y el de mi Universidad o grupo de amigos, más abierto al debate y tolerante. Hago la acotación en este último porque soy consciente que más allá de los círculos sociales en los que me muevo, hay muchas personas "cerradas" de quienes no critico sus creencias, pero si su disposición a debatir. Lo bueno de todo esto es que últimamente veo más nexos entre estos dos mundos. El domingo escuché a mi abuela decir sexo tres veces y sin tapujos, pude hablar con mi tía sobre el Acoso sexual, la Unión Civil, la adopción y aunque las posturas aún son distintas, fue bueno al menos tener la oportunidad de hablar y notar el cambio generacional. No obstante, aún falta mucho por hacer y por decir pero creo que el primer paso se resume en lo que quiero decir: La disposición, de los que no creen y los que creen mucho de crear un espacio de diálogo en donde apliquen los mismos preceptos que predican a diario.

Para terminar, porque incluso para mí se me está haciendo algo aburrido seguir escribiendo, me gustaría cerrar con algunos puntos:

1. Somos un Estado laico, no un estado católico ni evangélico. Las opiniones de sus líderes son bienvenidas pero no deben entenderse como normas. No obstante, no puede negarse el poder de la iglesia y la influencia que ejerce como poder factico en algunas decisiones dentro del Estado. Su poder mediático también es importante ¿Cuánto alcance tiene el programa de Cipriani? ¿Qué otros programas religiosos hay? Los actores políticos que se alejan del status quo (Pensemos en Bruce, Jara o la nueva ministra de la Mujer) son criticadas con argumentos bajos.

2. La debilidad estatal es un problema que impide una correcta aplicación de este laicismo. Recién en el 2014 se cuestionó la presencia de crucifijos dentro de oficinas estatales. Muchos colegios públicos basan su enseñanza en elementos católicos. Esto no estaría mal, si se diera la oportunidad de conocer distintas expresiones religiosas y no sólo la de un discurso hegemónico.

3. Los congresistas y los funcionarios públicos al momento de tomar decisiones, deberían desplazar algunas creencias personales (Ej. religión). Esto no implica negar que representan a intereses y facciones distintos (Por algo hay bancadas y pseudo partidos políticos) pero creo que en tema de derechos, si deberían ponerse a un costado.Sería interesante analizar el perfil de cada uno de los integrantes de la Comisión de Justicia, viendo sus preferencias y vínculos con organizaciones religiosas. (Apuesto, son muchos)

"Están en su libertad, pero luego de un amplio debate, la población peruana, representada en sus congresistas, ha ganado con la protección de la familia" (Julio Rosas)

4. Aquellos que se refugian en el argumento de la "mayoría", obvian una realidad más compleja. La democracia debe partir del reconocimiento de individuos y colectivos distintos con derecho al voto, representación e inclusión. De lo contrario, corremos el riesgo de gobernar a medias. 

5. Queda un debate abierto sobre el significado real de la familia. El activismo desde ambas posturas es notable pero sin el diálogo, puede caer en formas de violencia que ya se vienen dando.

"Hemos defendido a la familia peruana. A la familia natural que es base y fundamento de la sociedad" (Julio Rosas)

6.  Falta un pronunciamiento más fuerte o conjunto de aquellas Instituciones que ya se han mostrado a favor (Defensoría, PJ, TC, etc.) 

7. Las movilizaciones juveniles y la derogación de la Ley Pulpín puso en cuestionamiento algunas ideas sobre el modelo económico, el empleo y el mercado. En este caso debe apuntarse a una estrategia más amplia que implique movilizaciones, voceros e instituciones ya que las probabilidades de que los congresistas de este parlamento cambien de opinión (Pese a factores políticos), son menores. ¿Deberemos esperar a un nuevo congreso? ¿Será el próximo Congreso más abierto? ¿Qué pasará con el proyecto de Unión Solidaria? (Que Ojo, no recoge los principales aportes de la Unión Civil.)