jueves, 11 de febrero de 2016

La insoportable levedad del ser- Kundera

Un recuento de mis pasajes favoritos de este libro

Primera parte: La levedad y el peso

Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiró como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. (15)

¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo? (15)

Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa principal era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse solo en medio de la noche junto  a una persona extraña le desagradaba; levantarse por la mañana junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de nadie oyendo cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno para dos no le atraía. (22)

El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer) (23)

Pero como la compasión se había convertido en el sino (o la maldición) de Tomás, le pareció que había sido él mismo quien había estado arrodillado ante el cajón abierto del escritorio, sin poder separar los ojos de las frases que había escrito Sabina. Comprendía a Teresa y no sólo era incapaz de quedarse con ella, sino que la quería aún más, (30)

Sólo que precisamente porque él llevaba consigo su modo de vida a todas partes, como parte de su cuerpo, Teresa seguía teniendo los mismos sueños. (37)

El amor que había entre él y Teresa era bello, pero también fatigoso: tenía que estar permanentemente ocultando algo, disfrazándolo, fingiendo, arreglándolo, manteniéndola contenta, consolándola, demostrando ininterrumpidamente su amor, siendo acusado por sus celos, por su sufrimiento, por sus sueños, sintiéndose culpable, justificándose y disculpándose. Aquel esfuerzo había desaparecido ahora y permanecía la belleza. (39)

Se la imaginaba abriendo la cerradura de la casa de Praga y sentía en su propio corazón la orfandad de la soledad que la envolvía al abrir la puerta. (40)

Sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale, (42)

Todos consideramos impensable que el amor de nuestra vida pueda ser débil, sin peso; creemos que nuestro amor es algo que tenía que ser; que sin él nuestra vida no sería nuestra vida. Nos parece que el propio huraño Beethoven, con su terrible melena, toca para nuestro gran amor “es muss sein!” (44)

Segunda parte: El alma y el cuerpo

Pero aquel que no piensa en el cuerpo se convierte más fácilmente en su víctima. (47)

La cara no es más que una especie de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento. (48)

Le brindaban la posibilidad de una huida imaginaria de una vida que no la satisfacía, pero también tenían importancia para ella en tanto que objetos: le gustaba pasear por la calle llevándolos bajo el brazo. Tenían para ella el mismo significado que un bastón elegante para un dandi del siglo pasado. La diferenciaban de los demás. (55)

Solo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. (56)

No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primero momento, como lo pájaros hacia los hombros de san Francisco de Asís. (57)

Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. (59)

Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación. (60)

Ella había venido a buscarlo para huir del mundo de la madre, donde todos los cuerpos eran iguales. Había venido a buscarlo para que su cuerpo se volviese único e irremplazable. Y ahora él volvía a dibujar el signo de la igualdad entre ella y las otras: a todas las besa igual, las acaricia igual, no hace ninguna, ninguna, ninguna diferencia entre el cuerpo de Teresa y otros cuerpos. (66)

Hizo una pausa y luego añadió: “Delante había una mentira comprensible y detrás una verdad incomprensible” (71)

La cámara le servía a Teresa simultáneamente como ojo mecánico con el cual observaba a la amante de Tomás y como velo con el cual se cubría la cara ante ella. (73)

El que está en el extranjero vive en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que la otorga su propio país, donde tiene a su familia, sus compañeros, sus amigos y puede hacerse entender fácilmente en el idioma que habla desde la infancia. En Praga sólo dependía de Tomás con el corazón. Aquí depende por completo. (83)

Pero es precisamente el débil que tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para ser capaz de hacerle daño al débil. (83)

Él le preguntó:
-          ¿Estaba todo en orden?
-          Si- contestó
-          ¿Has pasado por la revista?
-          Llamé por teléfono
-          ¿Y?
-          Nada. Estaba esperando.
-          ¿Qué?
-          No le respondió. No podía decirle que le esperaba a él. (85)

Tercera parte: Palabras incomprendidas

Claro que habría preferido dormir solo, pero la cama compartida seguía siendo el símbolo del matrimonio y los símbolos, como sabemos, son intocables. (92)

Pero, ¿Qué es la traición? Traición significa abandonar las propias filas. Traición significa abandonar las propias filas e ir hacia lo desconocido. Sabina no conoce nada más bello que ir hacia lo desconocido. (100)

Para él la música es una liberación: lo libera de la soledad del encierro, del polvo de las bibliotecas, abre en su cuerpo una puerta por la que su alma entra al mundo para hermanarse. (101)

Los extremos son las fronteras tras la cual termina la vida, y la pasión por el extremismo en el arte y en la política es una velada ansia de muerte. (103)

Pero esa oscuridad no significa para ella el infinito, sino simplemente la disconformidad con lo que se ve, la negación de lo visto, el rechazo de ver. (103)

No era consciente de que precisamente lo que considera irreal (el trabajo en la soledad del gabinete y de las bibliotecas) es su vida real, mientras que las manifestaciones que representaban para él la realidad no son más que teatro, danza, fiesta, dicho de otro modo: sueño. (108)

La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades. (112)

Pero a Sabina no le gustaba aquel drama. Las palabras cárcel, persecución, libros prohibidos, ocupación, tanques, son para ella palabras feas, carentes del menor perfume romántico. La única palabra que suena en su interior dulcemente, como un recuerdo nostálgico de su patria, es la palara cementerio. (112)

La misa era bella porque se le había aparecido, repentina y secretamente, como un mundo traicionado. (120)

-          ¿Y por qué no utilizas nunca tu fuerza contra mí?
-          Porque amar significa renunciar a la fuerza- dijo Franz con suavidad
Sabina se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, de que esa frase era hermosa y cierta. En segundo lugar, de que, al pronunciarla, Franz quedaba descalificado para su vida erótica. (121)

Para Sabina, vivir en la verdad, no mentir a uno mismo, ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira. Sabina desprecia la literatura en la que los autores delatan todas sus intimidades y la de sus amigos. La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo, piensa Sabina. Y la persona que se priva de ella voluntariamente, es un monstruo. (122)
El amor cuando se hace público, aumenta de peso, se convierte en una carga, Sabina ya se encorvaba por anticipado al imaginarse ese peso. (125)

Que es inteligente, que comprende sus cuadros, que es guapo, que es bueno, pero cuánto más lo sabía, más ganas tenía de violar aquella inteligencia, aquella bondad, de violar aquella fuerza impotente. (126)

Cierra los ojos tal como los cerraba encima del cuerpo de Sabina en quince hoteles europeos y uno norteamericano. (137)

Cuarta parte: El alma y el cuerpo

Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre. (149)

¿Cuál es su arma? Únicamente su fidelidad. Se la ofreció desde el comienzo, desde el primer día, como si supiera que no tenía otra cosa que darle. El amor que hay entre ellos es de una arquitectura extrañamente asimétrica: descansa sobre la seguridad absoluta de su fidelidad como un palacio mastodóntico sobre una sola columna. (170)

Es necesario que lo subraye una vez más: lo que deseaba no era el sexo de un extraño. Quería ver su pubis en compañía de un miembro extraño. No deseaba el cuerpo de un amante. Deseaba su propio cuerpo, repentinamente descubierto, el más próximo y el más extraño y el más excitante. (171)

La gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro. Se imaginan, en el correr del tiempo, una línea más allá de la cual sus penas actuales dejarás de existir. Pero Teresa no ve ante sí raya como ésas. Lo único que puede consolarla es mirar hacia atrás. (175)

Y así, de pronto, un balneario checo se convirtió en una especie de pequeña Rusia imaginaria y Teresa se encontró con que el pasado que había venido a buscar le había sido confiscado. Ya no les apetecía pasar la noche allí. (176)

Pero la frágil construcción de su amor se derrumbaría por completo. Porque esa construcción tiene por única columna su fidelidad y los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la que han sido construido, perecen ellos también. (179-180)

Quinta parte: La levedad y el peso

Y llegó a la conclusión de que la cuestión fundamental no es: ¿sabían o no sabían?, sino ¿es inocente el hombre cuando no sabe?, ¿un idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa por ser idiota? (186)

¿Quiere decir eso que en su vida no hubo ningún “es muss sein!”, que no hubo nada realmente ineluctable? Creo que sí lo hubo. No fue el amor, fue la profesión. A la medicina no lo condujo ni la casualidad ni el cálculo racional sino un profundo anhelo interior. (204)

En el idioma de Kant, hasta el “buenos días”, con la entonación precisa,, puede adquirir el aspecto de una tesis metafísica. (206)

Claro que aquél era un “es muss sein!” externo, planteado por las convenciones sociales, mientras que el “es muss sein!” de su amor por la medicina era interno. Peor aún. Los imperativos internos son aún más fuertes y exigen por eso una rebelión mayor. (207)

¿No es el acto amoroso la eterna repetición de lo mismo? (210)

Además, la persecución de lo inimaginable no termina con el descubrimiento de la desnudez, sino que continúa más allá: ¿cómo se comportará cuando la desnude?, ¿qué dirá cuando le haga el amor?, ¿en qué tonos sonarán sus suspiros?, ¿qué muecas tendrá grabadas en la cara en el momento del placer? (210)

Tomás está poseído por el deseo de apoderarse de esa millonésima y cree que ese es el sentido de su obsesión por las mujeres. No está obsesionado por las mujeres, está obsesionado por lo que hay en cada una de ella de inimaginable, en otras palabras, está obsesionado por esa millonésima diferencial que distingue a una mujer de las demás mujeres. (211)

De modo que no era el deseo de placer (el placer llegaba como un premio, por añadidura), sino el deseo de apoderarse del mundo (de hendir con el escalpelo el cuerpo yacente del mundo) lo que le hacía ir tras las mujeres. (212)

De pie frente a ella, cogió por debajo de las rodillas sus piernas ligeramente abiertas y las levantó, de modo que de pronto parecían las manos levantadas de un soldado que se rinde temeroso ante un arma a punto de disparar. (217)

El corazón se le estrechaba de tal modo que creyó que estaba al borde del infarto. (242)

Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad. El amor está al otro lado del “es muss sein!” (251)

-          Miro las estrellas- dijo
-          No mientas, no miras las estrellas. Estas mirando hacia abajo.
-          Porque estamos en un avión. Las estrellas están por debajo de nosotros- respondió Tomás.
-          Ah, en un avión- dijo Teresa.
Apretó aún más la mano de Tomás y volvió a dormirse. Tomás sabía que ahora Terea estaba mirando por la ventana redonda de un avión que vuela por encima de las estrellas. (254)

Sexta parte: La Gran Marcha

¿Él, que debía soportar el peso del mayor drama imaginable (ser al mismo tiempo hijo de Dios y ángel réprobo), debía ser ahora sometido a juicio, no por cuestiones elevadas (referidas a Dios y a los ángeles), sino por asunto de mierda? ¿Está entonces el más elevado drama tan vertiginosamente próximo al más bajo? (258)

En el momento en que se miró al espejo y se sintió excitada por su ridiculización, se le cruzó por la cabeza la ocurrencia de que Tomas la cogería así, con el sombrero hongo en la cabeza, y la sentaría en la taza del váter y ella cagaría delante de él. En ese momento empezó a palpitarle el corazón, perdió la conciencia de lo que ocurría, tumbó a Tomás en la alfombra y poco después gritaba de placer. (261)

El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del váter!), o hemos sido creados de un modo inaceptable. (264)

Cuando digo totalitario quiero decir que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona a su familia o el hombre que prefiero a los hombres y no a las mujeres y pone así en peligro la consigna sagrada de “amaos  y multiplicaos” (266)

En el mundo comunista real se puede vivir. En el mundo del ideal comunista hecho realidad, en ese mundo de idiotas sonrientes, con los que no sería capaz de cambiar ni una palabra, moriría de horror en una emana. (267)

Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que de la de los de la primera categoría. Alguna vez cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás. (285)
Antes de que nos olvide, seremos convertidos en kitsch. El kitsch es una estación de aso entre el ser y el olvido. (292)

Séptima parte: La sonrisa de Karenin

La luna colgando de un cielo aún no oscurecido le arecía como una lámpara que han olvidado apagar y que ha estado encendida todo el día en la habitación de los muertos. (295)

No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado efectivamente al hombre del dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir e agrado el dominio sobre la vaca y el caballo, que había usurpado. (300)

Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestra relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existente entre ellos y nosotros. (304)

Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia. (312)


El tiempo humano no da vueltas en redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir. (313)


Kundera, Milan (2008) La insoportable levedad del ser.  Barcelona: Tusquets Editores.