domingo, 31 de marzo de 2013

Es como una cheese burguer sin queso



La verdad esto comienza a parecer un diario, pero a quien le importa. Terminé bebiendo y fue gracioso, gracioso porque fui a la playa con toda la intención de leer. La verdad no quería ir, pero el deber moral de mis padre fue más fuerte. "Aunque sea anda un día-me dijeron-no puedes quedarte cuatro días sola" (En teoría si puedo, ustedes no comprenden la satisfacción que produce arrojar la ropa por la cosa y no lavar los platos por tres días, la libertad al desnudo) Pero bueno mi culpa pudo más y me vomitó por ahí con todo y zapatos.

No recuerdo cuando fue la última vez que me quedé a dormir en esa casa. Pueden ser dos años o incluso más. Las sábanas celestes con florecitas rosadas han sido sustituidas por un colchón vacío y una puerta inexistente te da la bienvenida a la completa oscuridad. Muchos apuntes para escribir sobre esa infancia, sobre mi yo-veraniego, pero ganas pocas de hilar mis palabras. Tengo cuatro días de alcohol espeso en mi sangre, cuatro días de escuchar música hipnótica y hacer pasitos divertidos. El teke-teke, la limpiada de hombro cuando suena el culimix y la media vuelta sacude duro. "Manual de instrucciones para bailar apropiadamente en una discoteca", "Cómo limpiar la casa en tan solo diez pasos" (Incluye poster de Esto es guerra, porque Combate ya no es bacán) Ayer terminé en una discoteca rara, al menos para mí y encontrarme con tantos conocidos fue divertido. Creo que mis amigas se emocionaron por el hecho de que lo que menos imaginaban era encontrarme ahí.

Hielo en bolsa, whisky, cara de insatisfacción por el nivel de alcohol en mi vaso, el mismo grito estúpido cada vez que suena una canción conocida (Aguanta, esa es MI canción), brillo con brillo que no va, caño enyesado, hamburguesa de doble carne para el camino. Chibolos cojudos y deprimidos que creen que golpeando una puerta los dejarán pasar. (Cholo de mierda, ábreme la puerta) Otros más avezados que desafían la naturaleza trepando la reja y tirándose al suelo duro. (No huevón, no vuelas), en conclusión un espectáculo bonito para mis ojos.

Mientras mi cuerpo bailaba por mí y mis brazos se doblaban una y otra vez (Imagen mental: Fiesta infantil, cajita feliz, juguemos Simon Dice) me di cuenta que algunas veces debes adaptarse a las circunstancias, no toda la gente puede adaptarse a ti. "Es como pedir una cheese burguer sin queso" como estar con amigos y hablarles por celular, como crearte Ask y pedir que no te pregunten huevadas, como ir a provincia y quejarte porque no hay kfc No es que no te guste, es que en el fondo te sientes hater negándolo. No te sientas, sólo has. No restrinjas, sólo disfruta. No puedes estar en un lugar y sentirte chevere porque te ríes de todo el mundo. Eso no te hace chevere, te convierte en un perfecto imbécil. Las risas son buenas, pero el silencio también. Esto parece un spot de Susana Villarán y por un segundo me sentí Paulo Coelho. Ok, no.La risa mental es más divertida cuando no pone en ridículo a la gente que conoces, o a la que dices estimar.

Salimos, hace tiempo no hacía tanto deporte. Caminar sobre tus pasos, ver gente tomarse fotos para el feis, el twitter, para incrementar tu feedback social. Usar Instagram y poner ochenta hashtags para que el mundo se entere que te divertiste (Lo siento, ser tolerante no es cosa de un día) Buscar transporte, caminar en el limbo y sentir la furia de los carros llegando a su destino. Señor, ¿Cómo nos va a cobrar siete soles? Figurita de lámina Huascarán (Porque Amazonas era muy mainstream) Claudia bajando de un puente peatonal en medio de la niebla, con la piel erizada y la conciencia también.


viernes, 29 de marzo de 2013

Será que en tu dolor encuentro placer.



Hoy me desperté en una cama ajena, pero todo me resultó tan familiar. ¿Será acaso que ya no pertenezco a ningún sitio? Últimamente siento que he perdido mi espacio, mi punto de partida, el metro cuadrado del señor de la esquina. Todo es tan temporal que dudo si realmente existo o si soy tan solo un producto de la imaginación de un hombre masturbándose mientras ve Plaza Sésamo. 

El ascensor me baja y me arroja en un intento desesperado por liberarse de aquel peso pesado que no deja de mirarse en el espejo. Mi pie derecho se mueve y yo con él, me despido del señor que está sentado en una silla vieja, leyendo el periódico que hoy no se me antoja comprar. ¿Sabe cómo llego a Salaverry? le pregunto, y me lanzo a la calle. 

Sonidos de construcciones que no quiero oír, algún día viviré en Magdalena. Ningún taxi me quiere llevar, mejor Señor la verdad no tengo dinero. Tampoco documentos, ni celular. Este sería el mejor momento para secuestrarme, nadie se enteraría, nadie me espera en casa. Yo pertenezco a la calle, a los baches de la pista que los carros serpentean, al aroma a playa que flamea en las cocinas, a esa niebla hermosa que me traga a cada paso. 

Mi cuerpo voltea a la derecha, sigue caminando y se siente vivo en esa tierra mía. Antojos en el grifo de la esquina, un olor a gasolina que siempre me gustó cuando íbamos a la playa. Ayer alguien preparó sopa Ajinomen, ayer algo de atún con galletas. ¿Tendrán leche chocolatada con cañita rebelde? ¿Estará helada? No, no, mejor no. Debo comprar leche antes de que se acabe.  

La niebla me absorbe y las cuadras se hacen infinitas. Camino por Rio de Janeiro hasta llegar a Nicaragua. La residencial San Felipe es tan hermosa, como un muerto embalsamado en la urbanidad, cómo esa noche dónde orinaste al pie de las escaleras. Unas señoras se asoman desde el balcón. ¿Nos ves? Estamos moviendo las manos. Sí, aquí arriba, ahí el edificio marrón. Un par de atisbos de silbidos acompañan a mis oídos a través de las cuadras. Si me vas a silbar, sílbame bien pues huevón. El morbo, el quiero pero no tanto. 

Me pregunto si los que viven arriba de Metro escucharán las ofertas todas las noches. Qué bonito vivir en 2x1, en descuentos de pescado cuando yo sólo comeré atún. Cruzo la pista, la gente se mueve despacio, necesito ir al baño pero tengo esperanza de que me llamen temprano. A falta de celular, el teléfono fijo siempre puede sonar. Me subo adelante como siempre y no puedo evitar una gran sonrisa. ¿Habrás guardado tu fotocheck desde ese día? ¿Te intimidaron mis ojos durante el camino? La misma camisa, el mismo pantalón, los mismos botones que te amarran al cansancio, las mismas ojeras de un lunes por la mañana. Miguel Ángel, nos volvemos a ver. He encontrado al fin mi lugar. No necesito que te acuerdes de mí, yo soy feliz viéndote vivo.