viernes, 29 de marzo de 2013

Será que en tu dolor encuentro placer.



Hoy me desperté en una cama ajena, pero todo me resultó tan familiar. ¿Será acaso que ya no pertenezco a ningún sitio? Últimamente siento que he perdido mi espacio, mi punto de partida, el metro cuadrado del señor de la esquina. Todo es tan temporal que dudo si realmente existo o si soy tan solo un producto de la imaginación de un hombre masturbándose mientras ve Plaza Sésamo. 

El ascensor me baja y me arroja en un intento desesperado por liberarse de aquel peso pesado que no deja de mirarse en el espejo. Mi pie derecho se mueve y yo con él, me despido del señor que está sentado en una silla vieja, leyendo el periódico que hoy no se me antoja comprar. ¿Sabe cómo llego a Salaverry? le pregunto, y me lanzo a la calle. 

Sonidos de construcciones que no quiero oír, algún día viviré en Magdalena. Ningún taxi me quiere llevar, mejor Señor la verdad no tengo dinero. Tampoco documentos, ni celular. Este sería el mejor momento para secuestrarme, nadie se enteraría, nadie me espera en casa. Yo pertenezco a la calle, a los baches de la pista que los carros serpentean, al aroma a playa que flamea en las cocinas, a esa niebla hermosa que me traga a cada paso. 

Mi cuerpo voltea a la derecha, sigue caminando y se siente vivo en esa tierra mía. Antojos en el grifo de la esquina, un olor a gasolina que siempre me gustó cuando íbamos a la playa. Ayer alguien preparó sopa Ajinomen, ayer algo de atún con galletas. ¿Tendrán leche chocolatada con cañita rebelde? ¿Estará helada? No, no, mejor no. Debo comprar leche antes de que se acabe.  

La niebla me absorbe y las cuadras se hacen infinitas. Camino por Rio de Janeiro hasta llegar a Nicaragua. La residencial San Felipe es tan hermosa, como un muerto embalsamado en la urbanidad, cómo esa noche dónde orinaste al pie de las escaleras. Unas señoras se asoman desde el balcón. ¿Nos ves? Estamos moviendo las manos. Sí, aquí arriba, ahí el edificio marrón. Un par de atisbos de silbidos acompañan a mis oídos a través de las cuadras. Si me vas a silbar, sílbame bien pues huevón. El morbo, el quiero pero no tanto. 

Me pregunto si los que viven arriba de Metro escucharán las ofertas todas las noches. Qué bonito vivir en 2x1, en descuentos de pescado cuando yo sólo comeré atún. Cruzo la pista, la gente se mueve despacio, necesito ir al baño pero tengo esperanza de que me llamen temprano. A falta de celular, el teléfono fijo siempre puede sonar. Me subo adelante como siempre y no puedo evitar una gran sonrisa. ¿Habrás guardado tu fotocheck desde ese día? ¿Te intimidaron mis ojos durante el camino? La misma camisa, el mismo pantalón, los mismos botones que te amarran al cansancio, las mismas ojeras de un lunes por la mañana. Miguel Ángel, nos volvemos a ver. He encontrado al fin mi lugar. No necesito que te acuerdes de mí, yo soy feliz viéndote vivo. 

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