lunes, 26 de noviembre de 2012

Tú: Antes.

Mi cerebro ya no piensa, soy una cajita de leche chocolatada con acupuntura de tinta fina. Hoy mi pasado se volcó sobre la mente, mejor dicho ayer, mejor dicho mientras comía un tutu de lechuga orgánica. La gracia sobre el escenario, la grasa de la gracia, nosotros no deberíamos utilizar tenedores, me dan mucho miedo. Las armas sobre la mesa, un poco de sangre cae sobre el mantel y en mi estómago se desata una guerra nuclear.

Reconstruir tu pasado no te hace ser quien eras antes. ¿Es tan difícil entenderlo? Nuestra humana necesidad de aferrarnos a algo o alguien para sentir que las cosas no cambian de color, que sigue existiendo un piso debajo de nuestros pies. A todos nos gusta hincar en el mismo sitio, sentir el confort del ayer aunque nos hundamos en el presente.Las conversaciones del parque por las tardes, las madrugadas (des) esperadas, las rutinas que surgen del bolsillo en las mañanas en las que no hay sencillo.  La misma gente, con sus mismas frases en un aire que más huele a guardado que a nuevo. Estar en el mismo lugar diez años atrás pero darte cuenta que ya no cabes en la silla, que ya no entras en las piscinas de pelotitas que antes te parecían un torbellino.

Como la música puede trasladarte a viejos recuerdos, en un compás, cuatro rezos. En una canción, mil verdades.
1,2,3,4,
   2,2,3,4,
         3,2,3,4
            4,2,3,4, 5,2,3,4,6,2,3,4.
       
Extraño los días en que me enredaba con los compases y me encerraba en el salón a hacer música, sonidos bucales que estrangulaban mis pulmones. El mi, el fa, el si de mol, el do por qué... pequeños instantes que nos dejan bañadas de dicha el alma para luego desaparecer en adiós efímero, que vuelve y retuerce el alma de vez en cuanto, como un tornillo, con un chinche en el zapato. Imperceptible, pero cierto.

Vivir atrapado, es cruel y necesario. Aunque sea un instante, sentir el péndulo que bien decías se encuentra encima de uno, yendo y viniendo, mientras el tiempo se mezcla una y otra vez. Pero ¿Quién define qué es pasado? ¿Qué es lo que existe? Periodificar la historia, fragmentar el tiempo, son cosas que no me gustan. Por eso odio mi celular (Se siente bien, salvo el tener que ir a una cabina/locutorio/violatorio/centrodepornojapones de la esquina porque no encontrabas a nadie)

Creo que por fin lo estoy aceptando, vivir de recuerdos no siempre es saludable. A algunas cosas hay que dejarlas ir, lo demás, bueno, seguirá latente. Prestarles atención, asumo que ese es el primer paso. Lástima que nunca te des cuenta de las cosas. Ellos tienen razón...

Algunas esperanzas pueden debilitarse a través del tiempo (Nuestro tiempo), la rendición es innegable cuando el hilo mental nunca toma forma, cuando sólo divaga en ideas dichas en voz alta mientras el señor de la esquina silva algo que no logra procesar. Ideas sueltas, masturbación de lámparas mágicas (No digas que no tienes suerte), hablar y no querer hablar, un inglesportuguésespañol que carece de sentido. Eso es, neologismos foráneos en búsqueda de pertenencia. Yo, jugando a ser alguien, cuando aún no encuentro la partida. El punto, el otro punto, los puntos suspensivos, dos tetas de ida y otras de vuelta (Jamás entenderé la magia de los simbolismos matemáticos) La música de circo me da muchísimo miedo, el payaso Ronald Mc Donald me parece un violador y sus amigos no tienen nada de infantiles. Corazones rotos, mentes abiertas, brazos cerrados. A eso le llamo comprensión.

Mientras comía payasito, me di cuenta de eso. Lúcuma con chocolate, excelente combinación.

Mother should I build the wall? Poles apart, I know it's over but there's a light that never goes out.






domingo, 4 de noviembre de 2012

dolores del cuerpo

Las coincidencias son totalmente estúpidas, por no decir deprimentes, por no decir lágrima que baja por el ojo hinchado por no usar lentes. Últimamente ya perdí la costumbre de ver bien, hace un mes me enteré que los lentes se rayan y oh sorpresa en los míos puede jugarse sudoku tranquilamente. Por eso ya no los uso. Mi madre hoy me dijo que me iba a quedar ciega. Yo le creo. 

La espalda me arde tanto, es como si viera algo subir y bajar por mis venas y arquearse hasta que el aire no entre es mis pulmones. Lo peor es que sé que debería tratarme pero a veces el dolor físico es un buen acompañante. Quiero que un chino camine sobre mi espalda con los mismos pies que amasa el wantan que está sobre mi mesa. Mis pulmones, otra desgracia. Este parece un discurso de una abuela hipocondríaca.  Sobre todo cuando el espíritu deportista renace luego de explicarle a un niño obeso que los juegos olímpicos griegos eran muy cheveres y que todos corrían desnudos agitando sus penes sobre la pista. Claro, porque los agones y Zeús y Hércules que seguro se inyectaba esteroides, recuerdame jamás ponerle Perseo a nuestro hijos. Es todo un dilema cuando el cuerpo te juega esas trampas. Un periodo puro de descenso  un poco de humo y moco petrificado. Espectro patronus. Petrificus padrones. Son adicciones totalmente mortales y comprensibles pero cuando el cerebro se ahoga en el sudor de las manos, cuando las ideas se reprimen y se esconden en la misma excusa, en la misma alfombra vieja, se vuelven realmente estúpidas.

De seguro hay mucha estupidez en mis palabras pero me gusta decir estúpido porque me suena a escupido y eso a escupitajo (Lo siento cupido, nada que ver aquí) y a saliva y luego a amilasa, y bueno a PH de impresoras con células obesas que mitosean en todas las partes de mi cuerpo. Un pegaloco de palabras, una cajita feliz que ha bajado de precio y una leche chocolatada que compro todas las tardes para sentirme en casa. El sonido de la cañita bajando por la lengua, el crunch crunch que no le gusta a Timaná. 

Las construcciones una vez comprobadas pueden también ser bastante decepcionante. Lo constaté este fin de semana, odio en sus palabras. Las nociones que guardamos sobre las cosas que queremos o que no conocemos pero aspiramos a conocer pueden ser entristecedoras. Pero sí, igual a uno lo deja anonado, adodado, adoquín de hielo que nunca aprendí a comer sin marcharme la blusa. El poder el del pensamiento es sumamente fuerte como mi mamá sacando brazos mientras prensaba la vida, sobre todo cuando no se piensa en huevadas que no pueden adquirirse en quality products. Debería haber un pañuelo automático cada vez que te baja el moco. Escogí el peor momento para enfermarme.

Por ahí me dijeron que aproveche las casualidades, uno nunca sabe lo bueno que puede salir de ahí. Yo no les creo, esa clase de encuentros son una advertencia. En verdad me cago de sueño, de hambre y de tos y hay un jager a mi costado que no puedo beber. Es como un cuerpo cilíndrico (O bueno, no sé de formas) que me hace la invitación. "La cama nos hacia una invitación". Ajá, que bonito seria despertar con un jager o no despertar, pero mañana tengo que llegar a las ocho a mis clases de economía. Y quizás, sólo quizás, desde la próxima semana casi todos los días a las siete. O la vida me odia o mi cama no me quiere. Que feo duele el alma, en serio que feo. 

Ay si soy emo, chevere pes.