domingo, 4 de noviembre de 2012

dolores del cuerpo

Las coincidencias son totalmente estúpidas, por no decir deprimentes, por no decir lágrima que baja por el ojo hinchado por no usar lentes. Últimamente ya perdí la costumbre de ver bien, hace un mes me enteré que los lentes se rayan y oh sorpresa en los míos puede jugarse sudoku tranquilamente. Por eso ya no los uso. Mi madre hoy me dijo que me iba a quedar ciega. Yo le creo. 

La espalda me arde tanto, es como si viera algo subir y bajar por mis venas y arquearse hasta que el aire no entre es mis pulmones. Lo peor es que sé que debería tratarme pero a veces el dolor físico es un buen acompañante. Quiero que un chino camine sobre mi espalda con los mismos pies que amasa el wantan que está sobre mi mesa. Mis pulmones, otra desgracia. Este parece un discurso de una abuela hipocondríaca.  Sobre todo cuando el espíritu deportista renace luego de explicarle a un niño obeso que los juegos olímpicos griegos eran muy cheveres y que todos corrían desnudos agitando sus penes sobre la pista. Claro, porque los agones y Zeús y Hércules que seguro se inyectaba esteroides, recuerdame jamás ponerle Perseo a nuestro hijos. Es todo un dilema cuando el cuerpo te juega esas trampas. Un periodo puro de descenso  un poco de humo y moco petrificado. Espectro patronus. Petrificus padrones. Son adicciones totalmente mortales y comprensibles pero cuando el cerebro se ahoga en el sudor de las manos, cuando las ideas se reprimen y se esconden en la misma excusa, en la misma alfombra vieja, se vuelven realmente estúpidas.

De seguro hay mucha estupidez en mis palabras pero me gusta decir estúpido porque me suena a escupido y eso a escupitajo (Lo siento cupido, nada que ver aquí) y a saliva y luego a amilasa, y bueno a PH de impresoras con células obesas que mitosean en todas las partes de mi cuerpo. Un pegaloco de palabras, una cajita feliz que ha bajado de precio y una leche chocolatada que compro todas las tardes para sentirme en casa. El sonido de la cañita bajando por la lengua, el crunch crunch que no le gusta a Timaná. 

Las construcciones una vez comprobadas pueden también ser bastante decepcionante. Lo constaté este fin de semana, odio en sus palabras. Las nociones que guardamos sobre las cosas que queremos o que no conocemos pero aspiramos a conocer pueden ser entristecedoras. Pero sí, igual a uno lo deja anonado, adodado, adoquín de hielo que nunca aprendí a comer sin marcharme la blusa. El poder el del pensamiento es sumamente fuerte como mi mamá sacando brazos mientras prensaba la vida, sobre todo cuando no se piensa en huevadas que no pueden adquirirse en quality products. Debería haber un pañuelo automático cada vez que te baja el moco. Escogí el peor momento para enfermarme.

Por ahí me dijeron que aproveche las casualidades, uno nunca sabe lo bueno que puede salir de ahí. Yo no les creo, esa clase de encuentros son una advertencia. En verdad me cago de sueño, de hambre y de tos y hay un jager a mi costado que no puedo beber. Es como un cuerpo cilíndrico (O bueno, no sé de formas) que me hace la invitación. "La cama nos hacia una invitación". Ajá, que bonito seria despertar con un jager o no despertar, pero mañana tengo que llegar a las ocho a mis clases de economía. Y quizás, sólo quizás, desde la próxima semana casi todos los días a las siete. O la vida me odia o mi cama no me quiere. Que feo duele el alma, en serio que feo. 

Ay si soy emo, chevere pes. 



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