jueves, 1 de marzo de 2012


"Sólo sus ojos, frente a la neta negación del cielo esplendoroso, mostraban un dolor en el que latía una dramática grandeza. Tremaba en ella la agonía. Eran los ojos de la vida que no quería morir" (Alegría: 230)

Moriremos enterrados en esta tierra infertil
Que ha perdido el sabor y color de los días más tristes
Nuestros cuerpos nadarán bajo el sol abrumador
Cual olas de sangre seca ahogadas en la espuma
Sedientos y escasos
N o s otros (No les hagan caso, no son otros)
Los perros hambrientos

La satisfacción de leer un buen libro es inexplicable, es una cosquilleo que te colma de pies a cabeza... una estado de trance que no tiene inicio ni final y puede acaparar sueños bellos o pesadillas deleitantes. Ciro Alegría encarna ambos, autor peruano por excelencia, su corta obra narrativa fue suficiente para generar hasta un mundo apasionante y complejo.

¿Qué es capaz de hacer el hombre por necesidad? ¿Cúal es el límite entre hombres y animales? son interrogantes que aunque aparentemente predecibles, siempre rondan mi mente. A veces... a veces creo ser un animal con complejo de hombre, una especie de espía enmascarado que ronda las calles bajo una faceta humana y otras me detengo y me doy cuenta que quizás mi afán más hondo es ser animal. Animal y hombre, hombre animal... animal en hombros...

Las cosas que quizás hoy escriba carezcan de sentido, como todo lo último que viene surgiendo en mi mente. Soy una pequeña explosión de días fatídicos, de palabras que ya no encajan la una con la otra, de puntos que en vez de separar juntan cada vez más las cosas... de estados en coma y punto aparte.

Los perros hambrientos aullan bajo la noche y yo aullo con ellos, aunque no lo sepan, en mis sueños.

He aquí el esquema de algo que empezó y no debe acabar, al menos que me invada una nostalgia elefantística..


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