lunes, 12 de agosto de 2013

Borrador.


El día que inauguraron el tren del pueblo, me llevaste a empujones por las calles vacías, vestida como una niña pequeña que recién aprende a andar. Ponte bonita- me dijiste- que no todos los días se ve al presidente. Pero yo sólo quería dormir. Un sombrero de paño azul hecho a la medida de alguna cabeza extraña y unos zapatos de charol empañados por el tiempo nos llevaron al desierto, allí dónde el sol no descansa y la arena se cuela por cada poro de vida. 

Si Tatita nos mirara desde arriba, estoy segura que soltaría una carcajada. Pero yo no creo en el cielo ni en esas cosas, esas son invenciones de Don Amador. A lo mejor y nos mira desde abajo, desde el centrito de la tierra, a lo mejor y ella es la que me jala los pies todas las noches. Lo juro papaito, yo la siento. Si tan solo estuvieras aquí, le zamparías un manazo y lo dejarías quietecito. El gobierno sólo viene a jodernos- le dirías- y yo podría seguir durmiendo bajo tus manos tibias. Pero él no entiende razones y quizás yo tampoco y creemos que ese tal Hilarión Daza nos llevará a algún lado, allí donde podamos hacer historia. 



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